miércoles, julio 23

Fantasmas de Lima

¿Recuerdan aquellos relatos de "penas" que las viejecitas de antaño solían contar? Doctoras en chismografía esotérica, las viejitas echaban profecías, curaban del "susto" y conjuraban el "mal agüero" del gato negro o el espejo roto. Pero su especialidad preferida eran las historias de "aparecidos": curas sin cabeza, perros de fuego, y viuditas misteriosas. 


¡Pocas ciudades como Lima pueden ufanarse de contar con tantos representantes del otro mundo! Es cierto que en Inglaterra cada castillo tiene su fantasma, y en Hungria cada pueblo tenía su vampiro; pero Lima, además de fantasmas y vampiros, es y ha sido siempre la capital de los "duendes". En un país de Santos como el nuestro se necesitaba la contraposición diabólica de los "espíritus" para destacar mejor la virtud de los benditos. 

Los "duendes", enanos y robustos, con sus grandes sombreros, practicaban mudanzas nocturnas, apedreaban a los picaros, se adueñaban de las casas (como la famosa casa de la calle Zamudio) y servían para hacerles tomar la sopa a los muchachos. Eran la versión palomillosa, malcriada y terrible del más allá. 

Los fantasmas, en cambio, eran más serios y aristocráticos. Vestidos de rigurosa etiqueta, señalaban tesoros ocultos, entierros o "tapados" de traspatio. Claro que cuando el buscador no era el escogido, no aparecía sino cascajo y agua; pero cuando se encontraba la tinaja llena de doblones ¡se vestían todos!. Formaban una empresa y hasta el fantasma entraba como presidente del directorio. ¡Cuántas fortunas tienen su origen misterioso en un tapadito de traspatio o en otra clase de tapadito político financiero! 

Más tarde, convertidas las casonas en escuelas, clubes o almacenes, los pobres duendes no han tenido más recurso que formalizarce como alumnos ante la creciente competencia de los hippies y los rocanroleros. Por otra parte, los modernos edificios con sotanos funcionales y departamentos pequeños, han desalojado a los fantasmas. Pobres y orgullosos como nobles en desgracia, han tenido que buscarse un puestecito de Gobierno para subsistir. 

Nunca van a trabajar y nadie los conoce, pero a fin de mes firman la planilla: es una manera de conservar el prestigio del fantasma que asi da testimonio de su existencia invisible. Otros emigraron llevándose el "entierro" y el "tapadito". 

Siempre hubo fantasmas en el Perú. Creemos que no existen, pero hay gente que los ve. Como decían las viejas: Hay ojos de ver y oídos de oír. Ahora la moda es ver platillos voladores: son los fantasmas del espacio. 

Antes era cuestión de viejas que contaban historias de miedo para que los muchachos no saliesemos de noche. Ahora el miedo y el terror se han industrializado: se transmiten a horario fijo por los canales de televisión y le han quitado la exclusiva a las abuelas. Los pocos fantasmas rebeldes que quedan se ha refugiado en los altos de la "Casa Matusita" hasta que tumben la casa. Mientras tanto, a tono con la civilización, están empleando medios electrónicos para sus hazañas. 

¿Y después, que va a ser de ellos? ¿Van a volver a tirar piedras, a perturbar el sueño y espantar a niños y ancianos? ¿O van a continuar trabajando silenciosamente en las oficinas del Estado?. 

De: Charlas de Café - Vicente Gonzáles Montolivo. Ediciónes Grapsa, 1990
Dibujo: Revista Variedades, Jorge Vinatea Reinoso.

También pueden leer:

- Penas y Aparecidos en Lima de antaño
- La Casa Matusita

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