miércoles, mayo 4

Un mártir sin altar

*Un articulo de Luis Enrique Cam

La guerra por la independencia fue una guerra civil y como en toda confrontación hubo heroísmo en ambos bandos. Iniciado el siglo XIX, familias e instituciones estaban divididas por idearios políticos opuestos: el virreinato o la independencia. Dentro del clero también hubo confrontación de pareceres: algunos religiosos se unieron a la causa patriota y otros prefirieron la obediencia al rey de España. Esta es la historia de un personaje que fue leal a la monarquía, pero, sobre todo, a Dios: el sacerdote Pedro Marieluz Garcés (1780-1825).

De padres españoles, Pedro Marieluz nació en Tarma en 1780. Ingresó en 1796 al Convento de la Buena Muerte o de los Camilos, en Barrios Altos, congregación dedicada al cuidado de enfermos y moribundos, fundada por San Camilo de Lellis en el siglo XVI. Su hábito negro lleva en medio del pecho una cruz roja, por lo que se les conoce también como "crucíferos". Fue ordenado sacerdote en 1806, en la iglesia de San Agustín, y pasó después a la comunidad de Santa Liberata, ubicada en la Alameda del Rímac.

Capellán realista

El padre Marieluz fue siempre realista. Era conocido por su dedicación a la misión pastoral con los pobres y enfermos y, por su crida, muchos lo consideraban santo. Tras la declaración de independencia del Perú en 1821, dejó el convento de la Buena Muerte para unirse a las tropas realistas. El virrey La Serna lo nombró capellán castrense del batallón Gerona, y, por esa labor, asistió a muchos heridos en los campos de batalla.

Tras la victoria de las fuerzas independentistas en Ayacucho, Rodil se encerró -junto a su tropa y otras realistas- en la fortaleza del Real Felipe, esperando a que llegaran refuerzos. Y durante el estado de sitio, el padre Marieluz cumplió con prestar ayuda espiritual a los ocupantes del castillo.

Los meses pasaban sin que llegaran los refuerzos esperados. Y, tal como menciona el historiador jesuita Rubén Vargas Ugarte, "la vida en el fuerte se volvió un infierno: nadie podía fiarse de nadie, el acecho, la delación, el espionaje y un sistema de terror predominaban en el ambiente". Un día, Rodil recibió la denuncia de una inminente conspiración y decidió el arresto de trece ocupantes del fuerte. Al no tener ninguna revelación de los insurrectos, los mandó a fusilar a las 9:00 de la noche. Antes de la ejecución, Rodil ordenó a Marieluz que los confesara.

Pedido imposible

A pesar del feroz castigo, Rodil no estuvo tranquilo. Y pensó que, durante la confesión sacramental, los conspiradores habían delatado a sus cómplices, por lo que le intimo al sacerdote a que, nombre del rey, le revelará todo nombre y detalle de frustrado motín. Marieluz respondió: "Mi general, me pide un imposible, porque jamás sacrificaré la salvación de mi alma revelando el secreto del penitente, aún cuando me lo impusiese el Rey, que Dios guarde." Rodil, lleno de ira, lo tomó del brazo y le gritó; "¡Fraile... o me lo dices todo o te fusilo!". El padre Marieluz se negó rotundamente, espetándole al tirano: "Sí José Olaya murió heroicamente, no estando obligado al sigilo sacramental cómo se halla el sacerdote, ¿cómo es posible que revele yo el secreto de confesión? ¡No, nunca!". Rodil, enfurecido por la negativa, ordenó su inmediato fusilamiento. Era el 23 de septiembre de 1825.

Padre modelo

En la sacristía de la iglesia Conventual de Santa María de la Buena Muerte, en Barrios Altos, se puede apreciar una pintura del preciso momento del martirio del padre Marieluz: sentado en el ataúd que portaría sus restos, con los brazos extendidos frente al piquete de cuatro soldados, esbirros de Rodil, a punto de darle muerte. En el fondo, el castillo del Real Felipe con el pendón español.

Pedro Marieluz, modelo de los novicios de San Camilo, a quien Ricardo Palma le dedicara una de sus Tradiciones, aún no ha sido reconocido por las autoridades eclesiásticas como mártir del sigilo sacramental.

Cerca de Olaya

Luis Antonio Eguiguren, biógrafo de José Olaya, afirma que Marieluz fue el confesor de la madre de Olaya. A pedido de ella, consiguió un puesto de tripulante para su hijo en la goleta Jesús María, propiedad de los padres camilos. Sin embargo, está oferta fue rechazada por Olaya, pues ya estaba comprometido clandestinamente con la gesta libertadora. Poco tiempo después, Olaya fue capturado y fusilado por orden del cruel jefe español José Ramón Rodil. Olaya nunca delató a ningún patriota.

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Articulo publicado en Variedades, suplemento del diario El Peruano, el viernes 10 de mayo del 2019, pag. 2.
Luis Enrique Cam es documentalista y autor de varias producciones dedicadas a Francisco Bolognesi, Chabuca Granda, Santa Rosa de Lima, etc. Actualmente produce el podcast "Dicho en el Perú", donde tiene un episodio dedicado al padre Pedro Marieluz, y que puede escucharlo aquí: 

1 comments:

Unknown dijo...

bello...jerusalem te cobije hermano