Los antiguos indígenas habitantes de este valle de Lima tenían una fiesta por estos días relacionada al solsticio de invierno, qué para ellos era un indicativo de cambios en sus periodos agrícolas. Era un día de agradecimiento a su dios, el Sol, y tenían la costumbre de dirigirse hacia unas pampas cuyas flores que brotaban en esta época tomaban el color del sagrado astro. Cerca de allí una gran roca de forma sugerente, era también el objeto de su adoración, considerada una huanca, el espíritu de sus antepasados.
Cuándo llegaron los españoles, la evangelización de esa zona la tuvieron a su cargo los dominicos, qué rápidamente en el afán de extirpar está antigua costumbre, construyeron un templo delante de esta roca que la dedicaron a San Juan Bautista, nombre de su provincia en el Perú, por la fecha en que ellos iniciaron la evangelización en nuestro país (24 de junio) y que coincidentemente eran las fechas en que en ésta zona se celebraban las antiguas fiestas ahora paganas.
Continuó la costumbre de asistir a estas pampas teñidas de flores amarillas, pero ahora ya no era para adorar al Sol ni a la huanca sagrada, sino para la misa que se daba temprano en la iglesia de San Juan Bautista. Era un día de fiesta para los limeños, y en caravana miles de personas tomaban el camino del Puente de Piedra, para luego por el camino de Amancaes -hoy avenida Alcázar- llegar hasta este lugar, dónde además de encender una gran fogata -costumbre religiosa de antaño- disfrutaban el día en estas hermosas pampas, jugando con esos lirios amarillos de vida efímera, que tomaron el nombre del lugar: flor de Amancaes.
Sobre la roca sagrada prehispánica se pintó la imagen de una virgen Dolorosa y una gran cruz, para alejar de una vez por todas cualquier recuerdo de los descendientes de los indígenas que aún tenían la memoria de sus antepasados respecto a este lugar. Y se añadió una historia más sobre esa roca, que empezaron a llamar "la piedra del volcán de agua". Al tiempo presente, toda esa pampa qué se llenaba de la flor de amancaes por esas fechas, ya no existe, está completamente urbanizada y la iglesia de San Juan Bautista ha quedado encerrada en medio de parques y calles. Detrás de ella, la roca sobrevive hoy también encerrada dentro de una capilla oratorio.
La fiesta de San Juan se trasladó a la selva, donde los dominicos han tenido y siguen teniendo una gran actividad evangelizadora, y hasta le dió el nombre a un delicioso potaje que se consume por estos días.
La fiesta de San Juan se transformó en tiempos recientes en el Día del Campesino, acaso un intento de recordar la actividad de esos antiguos indígenas, que en esta fecha acudían a agradecer a la sagrada deidad que permitía sus cultivos, y cuyo color de la flor de amancaes se los recordaba.
Texto: David Pino
Ver también: Un paseo a Amancaes
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